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13 de diciembre de 2010

Que los sueños, son sueños; y las promesas, mentiras.


Se levanta enredándose en los rayos de luz que se cuelan por su persiana rota. Avanza por toda la casa hacindo crujir la madera de todos los suelos.
Leche y una tostada con mermelada de melón.
Pintalabios rojo, perfume y adiós.
Porque a lo largo del tiempo aprendes. Aprendes que realmente muy pocas cosas y personas merecen la pena. Que sufrir no lleva a ninguna parte. Aprendes que el que ríe el último, ríe mejor. Que por mucho que abandones, acabas volviendo, pero a lo mejor todo lo que dejaste en su momento ya no está. Que quien de verdad importa, quien de verdad te quiere siempre está ahí. Que los sueños, son sueños; y las promesas, mentiras. Que los besos sólo sirven para aliviar la tristeza un rato y que los hombres, nunca aman como las mujeres. Aprendes a quitar la mano del fuego cuando hay que quitarla, antes de que te quemes, Y que a veces, la dejas y no te quemas. También aprendes que aunque no seas nada, aunque te sientas una mierda, siempre alguien piensa en tí. Que cuanto menos quieres, más consigues. Que de duro no se va a ninguna parte. Aprendes que los sentimientos no les puedes tapar, es imposible. Que cuanto más débil es una persona, más fuerte parece. Que muchas sonrisas son falsas, muchos consejos no sirven y con alguna mirada se dice todo.
Aprendemos de la gente que nos importa, cambiamos.
Siempre que cambiamos se debe a algo, o alguien. Nunca se cambia porque sí, tiene que haber una razón, un motivo, un por qué.
Hay gente que va directa a comerse el mundo, pero tiene la boca demasiado pequeña.

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