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23 de febrero de 2011

Recupérate

Sé que haces oídos sordos a los silencios que te incomodan, como todo el mundo, supongo. Sé que abandonas las ilusiones en cuanto nacen y arrojas las esperanzas al vacío, sin un por qué razonable.
Ya te hacen daño hasta las miradas, que rasgan tu cuerpo. Tienes miedo a que alguien, alguna vez descubra la persona que hay detrás de esa coraza que hiciste con malas caras, malos gestos. Con cada uno de esos recuerdos que quisiste olvidar y no pudiste. Y por eso sufres. 
Sufres, y te agobia esa situación, porque lo que nunca diste importancia es lo único que recuerdas, porque pensabas que daba igual hacer o no una cosa y sin embargo te arrepientes. Y ya no puedes volver a ser como antes, te buscas en ti mismo y sólo encuentras una capa de mierda que te has ido poniendo tú sólo y que quieres quitar. Y ya no puedes, te has ido haciendo tan fuerte de ese modo, que te da pánico ser el débil de antes, ha fallar todo el rato, y que la gente te diga que hay que aprender de los errores. Y por muy fuerte que seas/parezcas, a un reproche de ese tipo no sabes enfrentarte. 
Aprende de los errores, haz un esfuerzo, y sé quien siempre fuiste.

 Ese tipo que un día me enamoró.

20 de febrero de 2011

Carlota.


Invierno en la gran ciudad. Cuarto piso de un bloque antiguo, los cristales de la terraza están empañados. Dentro, Carlota está sentada en un taburete y ve pasar a la gente fuera. Tiene los ojos marrones, casi negros y su pelo rubio recogido en un moño, lleva el pijama verde que compró en Malta las últimas vacaciones, hoy no ha salido de casa. Comienza a llover. Entonces todo el mundo empieza a correr, a abrir paraguas, a buscar portales.
Dentro del salón suena el móvil de Carlota. Un mensaje: Alberto. "Pequeña, ¿qué haces? En diez minutos me paso por tu casa, ¿hecho? Un beso." Contesta rápido y se tumba en el sofá.
Dos manzanas más allá, primer piso, Alberto se echa colonia en el baño sin dejar de mirarse al espejo. Ojos verdes enmarcados por increíbles pestañas, pelo negro y un lunar en su mejilla derecha. Ha crecido un par de centímetros este otoño, y los vaqueros que se ha puesto hoy no le tapan las zapatillas. Se pone el gorro a rayas que tanto le gusta, la cazadora y vuelve a mirarse al espejo. Sale del portal, camina un rato y llama al telefonillo del número doce. Nadie contesta, sólo abren. Al salir del ascensor ve el pasillo iluminado y una puerta abierta. Entra.
- Carlota, ¿dónde estás? No te puedes imaginar cómo llueve, es realmente alucinante...
- Pues más te vale no dejar ni una gota de agua en mi casa, ¿eh? - grita divertida desde el salón.
Se acerca al sofá y le da un beso en los labios. Seguido de una sonrisita idiota que deja ver el hoyuelo izquierdo de Carlota.
- Pensé que nunca diría esto, pero te he echado de menos - confiesa un poco avergonzada.
Y después, otro beso.

16 de febrero de 2011

Elefantes ahogados en café

El olor a café amargo recién hecho me despertó. A mi derecha, sólo la mitad de mi cama vacía, como cada mañana de domingo. Pero hoy, olía a café y yo no le había hecho. Estas cosas sólo se le ocurren a Guillermo, además él sabe que soy de colacao por las mañanas, y dejo el café para las tardes.
La habitación estaba oscura, y aún así consiguió ver que parpadeaba.
- Buenos días, ¿eh?
Qué bonita su voz a las once y veintiséis de la mañana. Rompedora, todopoderosa, que no me provocó más que una sonrisa idiota y fuera de lugar.
- Hoy no te puedes quejar, he preparado café.
- Cuidado, los domingos no suelo despertarme muy bien.
Me di media vuelta en la cama y me abracé las rodillas. Había imaginado esta escena tantas veces, había creado en mi cabeza tantas frases, que ahora no sabía cómo actuar. Y aunque en mi estómago sentía algo, y no era hambre, dudaba entre mariposas o elefantes que me atormentaban la mañana. La almohada todavía olía a él, y a besos y a amor y a pasión. Y las sábanas habían sido testigo de tan maravillosas cosas que se habían quedado sin palabras.
Y yo, con la sonrisa todavía puesta en la cara y los ojos mirando hacia la ventana, pero viendo la noche anterior, tampoco tenía palabras apropiadas. Bueno sí, dos, dos que susurré lo más bajito posible para contárselo a todo el mundo menos a Guillermo.
- Eres genial.

14 de febrero de 2011

Amor propio

Todos los meses tienen día catorce, menos febrero
Lo de febrero, es San Valentín

12 de febrero de 2011

Hoy que te he encontrado, sé que no hay nadie más.

Dame un punto de apoyo, un suma y sigue, una palabra de ánimo, un abrazo o una sonrisa desde lejos. Dime que se puede seguir hacia delante, y que para llegar a nuestro destino necesitamos arrasar en el camino. Que lo bueno se hace esperar, que no hay nada sin final y que, a veces, el final no es tan malo. 
Convénceme de que no siempre es igual, no siempre es la misma historia y que la mierda que arrastramos del pasado, se puede dejar en el pasado. Hazme creer que esta vez puede ser distinta, inimaginable. 



Enséñame la diferencia entre 


imposible e improbable.

9 de febrero de 2011

No pudo faltar más suerte


No debimos haber saltado desde tan alto, ¿recuerdas la caída? Murieron nuestras ganas, la pasión e incluso las caricias. Todo hecho añicos lo dejamos allí, y nos fuimos. Corrimos, cada uno hacia un lado, sin saber hacia dónde, pero corrimos. Y no paramos, tampoco miramos atrás, sacamos fuerzas de donde no las teníamos, hicimos de tripas corazón y llegamos hasta tal punto que la distancia entre nosotros había que medirla en años luz. Y tan separados, nos tumbamos juntos a ver las estrellas sin entender muy bien porqué cada uno veíamos una cosa distinta.
Y se cayó la luna, dejando a oscuras todo lo que no fueran sonrisas. Tú y yo desaparecimos, y ciegos, caminamos hasta chocarnos, de frente además. Y sonreímos, y vi tu cara iluminada y sonreí aún más. Hasta que no hubo luz, porque no podemos besarnos y sonreírnos a la vez.