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19 de marzo de 2011

Lo desconocido es brutal.

Sabíamos perfectamente a lo que nos estábamos exponiendo, pero no paramos. Nos pusimos en el punto de mira, subimos a la cuerda floja, abrimos la boca al lobo y entramos. Y no se nos ocurrió otra cosa que reírnos.
Carcajadas limpias y poderosas que convertían el futuro en algo sin importancia y estábamos tan seguro riéndonos que no vimos la tormenta. Hasta que nos pilló encima. ¿Y qué hicimos? Nada, dejamos de reírnos pero no cambiamos la cara. Y allí estábamos, tú, yo y la tormenta. Como piedras que te tiran desde lejos y que nos las ves llegar, pero no hacen daño. Sólo dolían las miradas, pero tampoco mucho, porque siempre nos mirábamos disimuladamente.
 Adiós - no pude decir nada más.
Sabía que es apalabra la odiabas, es más, la evitabas en toda conversación. Pero el tiempo se acababa, los dos íbamos a irnos y tuve que ser yo quien se despidiera.
¿Ahora me preguntas qué hicimos mal? Reírnos.

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