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20 de febrero de 2011

Carlota.


Invierno en la gran ciudad. Cuarto piso de un bloque antiguo, los cristales de la terraza están empañados. Dentro, Carlota está sentada en un taburete y ve pasar a la gente fuera. Tiene los ojos marrones, casi negros y su pelo rubio recogido en un moño, lleva el pijama verde que compró en Malta las últimas vacaciones, hoy no ha salido de casa. Comienza a llover. Entonces todo el mundo empieza a correr, a abrir paraguas, a buscar portales.
Dentro del salón suena el móvil de Carlota. Un mensaje: Alberto. "Pequeña, ¿qué haces? En diez minutos me paso por tu casa, ¿hecho? Un beso." Contesta rápido y se tumba en el sofá.
Dos manzanas más allá, primer piso, Alberto se echa colonia en el baño sin dejar de mirarse al espejo. Ojos verdes enmarcados por increíbles pestañas, pelo negro y un lunar en su mejilla derecha. Ha crecido un par de centímetros este otoño, y los vaqueros que se ha puesto hoy no le tapan las zapatillas. Se pone el gorro a rayas que tanto le gusta, la cazadora y vuelve a mirarse al espejo. Sale del portal, camina un rato y llama al telefonillo del número doce. Nadie contesta, sólo abren. Al salir del ascensor ve el pasillo iluminado y una puerta abierta. Entra.
- Carlota, ¿dónde estás? No te puedes imaginar cómo llueve, es realmente alucinante...
- Pues más te vale no dejar ni una gota de agua en mi casa, ¿eh? - grita divertida desde el salón.
Se acerca al sofá y le da un beso en los labios. Seguido de una sonrisita idiota que deja ver el hoyuelo izquierdo de Carlota.
- Pensé que nunca diría esto, pero te he echado de menos - confiesa un poco avergonzada.
Y después, otro beso.

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