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6 de junio de 2014

dejarse ser, dejar de sobrevivir.

Un día de esos que acaba mal porque mal ha empezado también.



Necesidad de evasión, o de algo que invada y nos corte los nudos. Silencio en una habitación sencilla en la que pulula la ansiedad de otra noche de vacío y sin abrigo. Caer despacio, quedándose con cada detalle de este enorme abismo de incertidumbres que nunca trajo nada bueno. Sólo, y de nuevo, la necesidad de evadirse y de huir de los peligros, aunque suene cobarde, pues la vida no es vida desde que nadie la vive.DEJARSE SER. Basta de mentiras, de sentimientos artificiales y de mundos que no existen por mucho que nosotros no queramos vivir en esta pocilga llena de sueños desmentidos por una realidad que tampoco es del todo real. Volar alto y libre podría significar la única manera de liberarse, de sentirse, de vivir otra vez. Sería precioso, ¿verdad? 
Levantarse y sobrevivir, sin darnos cuenta de que ésto no es lo que la naturaleza nos tiene preparado. Las mismas calles todos los días, las caras conocidas de las que ya sabes sus sonrisas de cortesía, la rosa que ayer estaba en capullo hoy está esplendida en esa esquina. La rutina que nos invade, pero no nos corta ningún nudo, al revés, nos ata cuerdas y es capaz de manejarnos cual marionetas encerradas siempre en el mismo retablo, y sin dar espectáculo porque todo el mundo lo conoce ya y se cansa. Pero nadie se queja. Quejarse de vicio y de los vicios que se quieren dejar. Nada interesante, la historia de siempre. No escribir una historia nueva por pensar que ésta terminará bien -confiar en el destino. Y el destino esconde y manipula los pensamientos de la gente de a pie, que camina buscando ese 'algo' que le convenza de que ha llegado a la meta, mientras que la meta es darse cuenta de que no hay final.
Sólo hay vida, y el error es no vivirla, no disfrutarla, no saborearla, no admirarla, no llamarla. Quedarse sentado esperando a que la vida nos levante el culo porque "ya pasará", no es vivir, es desvivirse por vivir pero no atreverse.  
Cobardes, de nuevo, porque lo que te empuja a comenzar tiene preparada una zanja en la que volver a caer. Y así un ciclo sin fin del cual es imposible salir si se cree que dejarse llevar es actuar tranquilamente en cada situación. Dejarse llevar es lo más difícil de vivir. Es aceptar lo que ha pasado, lo que nos ha jodido, lo que no gusta y lo que duele; y después seguir hacia delante. Mandando siempre el corazón y los primeros impulsos -de nuevo esa naturaleza perdida en tanto querer parecer.

Y soñar momentos que no se desmientan sino que nos desmientan que no son posibles. 


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